Presencia

Teniendo aún muy pocos años, cada vez que un mal sueño me despertaba, descubría junto a mi cama a un hombre vestido de gris que me miraba fijamente. Aterrado por su aspecto siniestro y su intención opaca, gritaba y mis padres acudían a calmarme, sin ser capaces de verle. Después de repetirse varias noches el mismo incidente, opté por esconderme bajo el embozo cada vez que aparecía e imaginar historias fantásticas que me ayudaban a huir hasta quedarme dormido.

      Pasaron los años y aquel tipo siguió presentándose en la oscuridad de mis madrugadas. Yo acabé acostumbrándome a su presencia mientras soñaba con ser escritor y contar las aventuras que para evadirme inventaba. Puse empeño en ello y envié manuscritos a cuantas editoriales pude. Nadie quiso editar mis textos ni jamás alcancé a ganar el más insignificante premio literario.   

    Aquel verano en que, resignado, decidí opositar para el Ayuntamiento, descubrí por fin quien era él. Lo vi reflejado en el escaparate de la librería, -una de tantas a las que nunca llegarían mis libros-, a la que acudí para comprar el temario. Lo reconocí en mi imagen de hombre cargado de sueños quemados. En el vivo retrato del fracaso.


(Relato distinguido con un accesit en el concurso "Las librerías son para el verano". Octubre 2020)

Foto Pixabay

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