Jugada

 

    El abuelo hacía vida tabernera jugándose los cuartos en timbas clandestinas de cartas. Y en ese ir y venir,  vaciar frascas y apurar partidas,  una infortunada noche perdió capital y hacienda y cuando ya no le quedaba nada, en lugar de retirarse como gallo desplumado, tuvo la osadía de apostarse a la abuela para perderla también. Ciertas cosas, en aquellos tiempos, funcionaban así y a ella le tocaba acatar el resultado de un envite de borrachos. La abuela, sin embargo, se plantó y como lo tratado había sido sin su aquiescencia, retó al estanquero al que debía entregarse a una revancha que, apelando a su más que dudoso sentido de la caballerosidad, no podría negarle. Y como en esto de los naipes el talento puede más que el azar, la abuela se hizo dueña de la mesa y mano tras mano fue recuperando el patrimonio perdido al tiempo que salvaba la dignidad que pretendían arrebatarle. Pero la jugada final se la hizo al abuelo, que tuvo que alistarse como voluntario, muy en contra de su voluntad, para la guerra de Marruecos, advertido de que si allí no caía como un héroe, ni se le ocurriera volver.


Publicado en estanochetecuento.com
Imagen: "Los jugadores de Cartas" de Paul Cézanne (segunda versión)
Metropolitan Museum of Art de Nueva York

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