Un coche que atropella a un
lugareño y se da a la fuga. Una familia que bebe agua de un pozo envenenado. Un
niño que desaparece y lo encuentran ahogado en la acequia… De un tiempo a esta
parte la comarca ha cogido fama de estar marcada por la tragedia. Y es que la
gente no es capaz de ver más allá. Antes en estos pueblos y aldeas nunca pasaba
nada y sus habitantes se morían de viejos, pero eso no significaba que a todos
nos fuera bien. Mi familia las pasó canutas. Por eso no tuve más remedio que
ingeniármelas para salvar el ruinoso negocio de servicios funerarios que como
única herencia nos dejó mi padre.
Publicado en el Diario Sur de Málaga el 27/7/24 como relato seleccionado para participar en el IV Premio de microrrelatos Pablo Aranda.
Foto: Freepik
No hay comentarios:
Publicar un comentario