Plenitud

    La mañana era luminosa y aquel paisaje lucía a todo color. El verde claro de la pradera se oscurecía en la copa de los árboles que ascendían por las laderas hasta acariciar la azul inmensidad del cielo. Abajo, el pequeño río se deslizaba por el valle pintando reflejos solares y trayendo desde las lejanas cumbres el cristalino frescor del deshielo. La primavera llenaba de vida todo cuanto alcanzaban a ver y ellos dos, cogidos de la mano, se sintieron tan contagiados de aquella plenitud que en un gesto simultáneo intentaron fundirse en un beso. El golpe seco de las carcasas de sus gafas de realidad virtual les hizo recordar que aquel mundo fascinante dejó de existir hacía mucho tiempo. Manteniendo el deseo y la intención de unir sus labios, se despojaron mutuamente de aquellos artilugios y regresaron al gris presente. Al otro lado de la ventana, la ciudad sobrevivía a duras penas envuelta en su niebla tóxica, mientras los transeúntes caminaban hacia un futuro incierto con sus rostros ocultos tras las máscaras antigás. 


Relato distinguido con una mención en la convocatoria de estanochetecuento.com dedicada a "escenario y paisajes"

Foto: Pixabay

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