Amante

 

Todas las noches su marido, después de cenar, se fusionaba con el sofá formando un cuerpo único que a los pocos minutos empezaba a roncar frente al televisor. Era entonces cuando ella encontraba su momento. Sacaba la libreta del cajón de los manteles y le escribía una carta a su amante imaginario, al que llamaba Luis. Le contaba cómo le había ido el día, sus pequeños conflictos domésticos, sus reflexiones y todas esas cosas que necesitaba compartir con alguien. Para terminar, firmaba con un corazón y rompía la carta en trocitos pequeños que escondía entre la basura. Quedaba para ella ese ejercicio de desahogo que tanto la ayudaba a reconstruir, en la medida de lo posible, las ruinas de mujer que llevaba dentro.

Asombrosamente, una mañana, mientras fregaba la taza del desayuno, se presentó Luis en la cocina sin previo aviso. Venía a proponerle que huyeran juntos para iniciar una nueva vida lejos del aburrimiento y la tristeza. Ella, sorprendida primero y halagada después, no tuvo más remedio que rechazarle. Tenía los garbanzos en remojo, la lavadora en marcha y una edad como para no volver a creer en promesas de felicidad.


Relato seleccionado en la convocatoria sobre tristeza/nostalgia de estanochetecuento.com para ser incluido en el libro recopilatorio que se edita anualmente.

Imagen: Acuarela de Paloma Casado

1 comentario:

Mi nombre es Mucha dijo...

Fascinante tu relato corto y con magia