Testamento

          Para él, triunfar en la vida no había sido conseguir, como él había conseguido, un importante patrimonio partiendo de un origen muy humilde.  Su gran triunfo, y  así lo había repetido cuantas veces tuvo oportunidad,  era su familia. Una familia ejemplar fundada sobre esos valores cristianos en los que siempre había creído. Todos sus miembros mayores de edad habían sido convocados para la lectura del testamento que cuidadosamente tuvo a bien dejar redactado. Esposa, hijos, nueras, yernos y nietos, sentados en el salón, fueron escuchando atentamente las distintas disposiciones, generándose un casi común y creciente sentimiento de agravio, no se sabe muy bien si por defecto de lo que uno recibía o por el exceso que, en consecuencia, los demás alcanzaban. El ambiente se fue tensando hasta llegar a la disposición en la que se rogaba a hijos y descendientes respetar el legado, ya que si alguno lo impugnase quedaría reducida su participación en la herencia a su legítima estricta o corta, acreciendo el exceso a los que la acepten y…No se pudo leer más. Una auténtica tormenta emocional estalló en aquel pequeño espacio, mezclándose sin orden envidias, reproches, resentimientos, rencores, ira, avaricia…Y en ese momento tan familiar, aquel padre, aun con el documento en la mano, comprendió amargamente porqué es mejor estar muerto y que sea otro el que dé a conocer tus últimas voluntades. 

No hay comentarios: