Los fantasmas existen. Están ahí. Ocultos
tras la realidad cotidiana. Siempre acechando con su inmaterial presencia para
colarse por cualquier rendija en el momento más insospechado. En un instante
nuevo o en un recuerdo. Forman parte de tu vida porque fueron ese presente que
lo llenaba todo. Y vagan sin cuerpo esperando la menor oportunidad para
reaparecer. Una y otra vez. Con su triste insistencia de almas en pena.
Dispuestos siempre a secuestrar la alegría. Porque ellos también fueron
alegría. Ya muerta.
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