Cualquier mañana, cuando te levantes,
palpas un bulto raro, oculto en cualquier parte del cuerpo y ahí puedes decir
que se ha acabado tu vida. El resto, lo que te queda, será lo peor de ella, un
mezclar de hospitales, pruebas médicas, tratamientos, horror al vacío y
resbaladizas esperanzas a las que agarrarse. Es como si de la ración que te han
servido has ido apartando los guisantes, porque los detestas, y cuando ya te
has comido la carne, las patatas y la zanahoria, alguien te obligara a
terminarla. “Hay que comérselo todo” era esa la frase inevitable que te decían
de pequeño cuando mirabas con desgana lo que aún te quedaba en el plato. Y así
te lo iban grabando en el inconsciente a base de repetírtelo: “hay que
comérselo todo”. Vivir es como una ración de vigilia, el despertar de un sueño
plácido y profundo al que sabes vas a volver de nuevo definitivamente, pero
antes, hay que comérselo todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario