Deseos

         Ella no esperaba demasiado de aquel viaje para singles y dado su carácter, tampoco encontró mucha afinidad con sus compañeros de grupo. Impar entre los impares, se preguntaba qué demonios hacía allí, en mitad del desierto, visitando unas ruinas bajo el implacable sol de agosto. Explorando a su aire aquel inhóspito lugar, un objeto que brillaba entre las piedras de un muro derrumbado llamó tanto su atención, que lo escondió en su mochila. Se trataba, como dedujo ya en el hotel, de una vieja lámpara de aceite y al frotarla para darle lustre dejó escapar de su interior  un genio maravilloso dispuesto a satisfacerla en tres deseos. Sorprendida primero y fascinada después por aquellos ojos portadores del misterio oriental de las mil y una noches, reconoció en aquel ser mágico al hombre de sus sueños y sólo le pidió una cosa: “Quiero pasar el resto de mi vida contigo”. Ahora comparte con él el espacio de su pequeño apartamento. Ella trabaja y él se ocupa de las tareas domésticas. Los sábados por las mañanas salen juntos a hacer la compra y los domingos suelen comer paella. Aunque les cuesta llegar a fin de mes, ella es tan feliz con su genio que no se ha atrevido a desear nada más.

(Publicado en estanochetecuento.com)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oooooohhhhh... Tiernamente naif. La verdad, muy bonito.
Luciano Montero