Rojas eran las flores que las
mujeres del pueblo bordaban en sus vestidos de fiesta y roja la sangre que al
llegar la guerra empezó a manchar los campos que ya no querían seguir en flor.
Fueron entonces aquellas mismas manos primorosas las destinadas a ocuparse de
los uniformes con los que los hombres marcharían al frente. Ya no había risas
ni coplas en las horas de costura, sólo rezos silenciosos al dios de los que no
creen, para que las balas del enemigo no bordaran sus rosas de muerte en las
camisas confeccionadas con tan abnegada labor. Y hubo una entre todas ellas,
resignadas artesanas de la aguja, que quiso rebelarse contra su destino y tomar
el fusil del bando que mejor reflejaba el color de su corazón. No supo que se
alistaba con los llamados a ser vencidos y que sería su peor derrota no morir
con la dignidad de tantos otros, sino acabar cosiendo la triste indumentaria de
los represaliados, redimiendo así la pena merecida por haber enarbolado la
bandera de la libertad.
(Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el color ROJO para estanochetecuento.com)
(Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el color ROJO para estanochetecuento.com)
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