Manchas

    Blanca ayudaba a su madre en la pequeña tienda encalada donde vestidas con impolutos mandiles, vendían la leche en el pueblo. En la misma calle, a pocos metros, Bruno se instaló con su negra carbonería y como la joven brotaba ya con hechuras de mujer, empezó a rondarla. Ella, encandilada, aceptó el galanteo con gran disgusto de su madre, que no veía con buenos ojos aquella relación, no sólo por la diferencia de edad, sino también por la incompatibilidad de medios de vida tan opuestos, el día y la noche, lo blanco y lo negro. Decidió por ello mandar a su hija a casa de unas tías solteras distante una jornada de tren desde la capital. “Irás a un buen colegio y podrás aspirar a un hombre que no sea analfabeto”. Así, la vida de Blanquita empezó a ser mucho más triste en su nuevo paisaje de brumas, y a pesar de todo, quiso perdonar a su madre, “es por tu bien”, la distancia impuesta y hasta el sometimiento amargo a la disciplina de sus tías, pero nunca le perdonaría el polvo de carbón que al poco tiempo empezó a manchar el blanco rayado de sus cartas.



(Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el color BLANCO para estanochetecuento.com)

No hay comentarios: