Cuando nos casamos ella trajo a Amador a vivir con nosotros. Yo, que siempre había sido un solitario y un tiquismiquis, no concebía compartir mi casa con un animal que va soltando pelos y ensuciándolo todo, pero como ella y su gato eran inseparables, y aun sabiendo que él y yo no hacíamos buenas migas, no tuve más remedio que aceptarlo.
Ahora, que ella ha decidido marcharse con un hombre más joven y al que los gatos le provocan estornudos, Amador y yo nos miramos y unidos en la desazón, parece que nos decimos mutuamente que nunca estás del todo solo si tienes alguien a quien le importas.
(Foto: Mister Rubio)
No hay comentarios:
Publicar un comentario