Dijo ser la esposa del desconocido que yacía en la acera completamente borracho y algunos transeúntes la ayudaron a meterlo en el coche. Ya en casa, le arrastró como pudo desde el garaje hasta la cama y le dejó dormir. Al día siguiente, cuando despertó, en lugar de una retahíla de reproches, el hombre se encontró un café humeante, una pastilla para la resaca y un apetecible almuerzo. Agradecido, tras el afeitado y la ducha, hizo con ella el amor. Desde entonces son felices. Él no ha vuelto a beber ni su verdadera esposa se ha molestado en buscarle.
Relato finalista en el IX Certamen de microrrelato 'Realidad Ilusoria'
(Foto Freepik)
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