Su marido me contrató para que la vigilara. “La dejo demasiado tiempo sola y no me fío”, me dijo. Cuando me mostró su foto deseé fervientemente que aquella Rita Hayworth de mirada peligrosa estuviera dispuesta a ser infiel con un tipo como yo, un triste detective con ganas de parecerse a Humphrey Bogart.
A ella no
quise engañarla y desde el primer momento puse las cartas sobre la mesa. Su
despecho facilitó que nos hiciéramos amantes y tras algún tiempo jugando a dos
barajas, comprendimos que su marido estorbaba para nuestros planes de futuro.
El arsénico, nuestro cómplice perfecto, suministrado en pequeñas dosis fue
ejerciendo su efecto letal. Fatiga, inapetencia, hipertensión… Pero el muy
cretino, achacándolo todo a la ansiedad provocada por sus turbios negocios,
decidió liquidarlos y dedicarle más tiempo a ella. Para empezar, se marcharon juntos a pasar un
par de semanas en el mejor balneario de Hot Springs.
A su regreso a
Chicago, hace solo tres días, la encontré exultante, con un brillo distinto en
los ojos. Yo, loco de celos, dejo
escrito este relato ahora que me siento morir tras beber de esa botella de
bourbon que, escondida en la maleta, me trajo como souvenir.
Publicado en estanochetecuento.com
1 comentario:
Este es genial, me encanta
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