Lo intentaron todo: Al principio amenazas y castigos. Después, aconsejados por el Psicólogo, cariño y comprensión empática... Finalmente lo fueron
asumiendo como una rutina más en sus vidas y cada día depositan ante su puerta,
siempre cerrada, la bandeja con el desayuno, el almuerzo o la cena, aunque no
dejarán de lamentar el maldito día en que se les ocurrió instalar en el cuarto
de su hijo aquel flamante ordenador con conexión a internet.
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