Cuentan que
hace muchos, muchos años, la mujer del farero durmió a su marido dándole una
pócima hecha de algas y espumas del rebalaje, que pidió a una sabia bruja
marenga. Se convirtió así, por una sola noche, en dueña y señora del faro para
volverlo farola y cambiar su monótona señal por un juego de destellos, telegrama
luminoso con el que decir “I love you” a ese capitán inglés que
una tarde de terral la hizo navegar por los siete mares sin salir del puerto y
que ya se alejaba en su barco, dejando atrás la bahía y una historia de amor
imposible pero con vocación de perdurar por los siglos de los siglos, como lo
haría esa farola, que desde entonces, sigue derramando, cada noche, sus
lágrimas de luz sobre la oscuridad del mar.
(Relato presentado al concurso convocado por "La opinión de Málaga" con motivo del 200 aniversario de La Farola de Málaga)
(Relato presentado al concurso convocado por "La opinión de Málaga" con motivo del 200 aniversario de La Farola de Málaga)
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