Trecho final

 

Para que el piso no se les quedara tan grande convirtieron el dormitorio del hijo en cuarto de plancha y el de la hija en pequeño despacho con una mesa de escritorio sobre la que más tarde instalaron un ordenador. Así podían ver crecer a los nietos por videoconferencia. Pero sigue habiendo un vacío instalado en aquella casa y aunque riñan a menudo por cualquier tontería, ni sus voces airadas ni las de las del televisor encendido son capaces de acallar el silencio latente de su convivencia. Los dos se hacen la misma pregunta:  ¿Qué queda de lo que fuimos? Quizás la mera costumbre que conjura el miedo a la soledad, esa soledad que se vuelve mucho más amenazante en el trecho final de la vida. Y por creerse lo que ya no son, de vez en cuando sienten la íntima obligación de hacerse el amor, siempre con los ojos cerrados. Él piensa en la joven vecina a la que desea con lascivia de viejo verde y ella en aquel joven apuesto y enamorado con el que un día se casó.

Escrito para estanochetecuento.com

Imagen IA

No hay comentarios: