Esperanza


      Cuando noto la claridad del día en mis párpados cerrados, tomo las riendas de mi mente y comienzo mi rutina. Paseo por los gratos recuerdos y me escapo a paraísos inventados que me sirven de refugio. Allí releo poemas que conservo en la memoria y escribo otros nuevos, como hacía antes del accidente. Luego llega esa hora más dulce en la que ella, tomándome la mano, me cuenta cosas convencida, como nadie, de que puedo escucharla. Finalmente, recibo ese beso cargado de amor que deposita en mi frente antes de marcharse y me quedo a solas con la esperanza de despertar para volver a abrazarla, algún día. 

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