Había un tren fantasma que sólo los días más tristes del
otoño transitaba la vieja vía por la que ya no pasaban los demás trenes y
paraba en una estación abandonada que poco a poco iba borrando el olvido. Sólo
los que eran capaces de soñar historias lo esperaban allí para subirse en él y
convertirse en viajeros del tiempo. Quienes se sentaban mirando hacia delante
avanzaban en el calendario, mientras que aquellos que lo hacían a contramarcha,
retrocedían a algún punto de su pasado. Así que se acomodó en sentido retorno para
trasladarse a esos años en los que todavía estaban juntos. Reconoció su parada
por ser aquella en la que notó que recuperaba la alegría de vivir y al apearse
en ella se fue directo a casa sin entretenerse con los amigos, los de entonces,
en el bar. Lo primero que hizo al llegar, aprovechando que ella aún no estaba,
fue recoger la muda usada el día anterior que, como siempre, se había dejado
tirada en el suelo del baño, cerró la tapa del inodoro, le puso el tapón al gel
y sin perder un minuto más, llamó al que fuera su mejor amigo para pedirle,
resentido, que no se le ocurriera aparecer nunca más por allí.
(Relato publicado en la página "El Bic Naranja: Viernes Creativos" y escrito a partir de la foto propuesta)
(Relato publicado en la página "El Bic Naranja: Viernes Creativos" y escrito a partir de la foto propuesta)
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