Una niña buena

         Cuando nací me pusieron Soledad y con ese nombre parece que me condenaron a crecer siempre sola. Yo, sin embargo, que no quería estarlo, acabé haciéndome amiga de la niña que encontraba al asomarme al espejo. Podría parecer que nos parecemos mucho, incluso si los demás fueran capaces de verla, seguramente nos confundirían. Pero yo siempre he sido obediente y dócil y ella es mala como un dolor.  No se conforma con clavar alfileres a mis muñecas, tensar una cuerda para hacer rodar por la escalera a la severa institutriz o escribir en las paredes del dormitorio esas palabras feas que dicen los niños que miramos, con envidia, jugar en la calle, sino que ayer me confesó, haciéndome prometer que jamás se lo diría a nadie, que tenía pensado echar en esa horrible sopa de fideos que tanto les gusta a papá y a mamá, los polvos blancos que ellos usan para matar a las hormigas. 


(Relato publicado en la página "El Bic Naranja.: Viernes Creativos" y escrito a partir de la foto propuesta).

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