Parque

Ya nadie vende globos en el parque, ni nadie ha vuelto a sentarse bajo las sombrillas del quiosco de refrescos. El tiovivo dejó de soñar viajes concéntricos y a los columpios sólo los mece un viento vacío de voces y risas. Todo desde que aquel flautista hipnotizara a los niños con su seductora música digital y se los llevara al mundo de los juegos virtuales que hoy habitan, tan lejos de los pájaros que aún cantan en los árboles.



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