En
el lugar más recóndito de la isla desierta a la que llegamos buscando nuestro paraíso, construimos una casa
de madera, piedra y barro. Despreocupados de todo lo que dejábamos atrás,
inventamos nuevas artes de pesca, descubrimos dulces frutos silvestres y
bebíamos el agua más pura de los manantiales. Mientras los días nos iban
regalando sus azules más bellos, las noches nos prestaban todas las estrellas
que caben en el cielo. Y así fuimos felices hasta que apareció aquel descomunal
aviso que nos anunció el inevitable final: “Próxima construcción de
urbanización de lujo”.
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