Lamparita

Un año más desde que su esposo falta y tal y como en México manda la tradición, el Día de Muertos monta, en torno al retrato del difunto, un altarito con velas encendidas y flores frescas de cempasúchil. Sobre la mesa del comedor, que cubre con el mantel más colorido, le deja como agasajo su platillo favorito de frijoles guisados con postre de calabaza en tacha, fruta variada, las imprescindibles calaveritas de dulce y, teniendo en cuanta para quien va, un par de botellas del tequila más peleón. Y también como cada año, bajo la tarja de la cocina, le enciende en secreto una lamparita a la Virgen de Guadalupe y le reza para que, por nada de este mundo, a su marido se le ocurra volver.



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