Río


Los domingos le gustaba bajar paseando hasta aquel paraje y sentarse junto a la poza grande. Allí se descalzaba y recordaba con nostalgia aquellos tiempos en los que ella y los demás niños del pueblo venían a mojarse los pies en el río o incluso a nadar en él cuando apretaban los calores.  Aunque habían pasado los años, se resistía a renunciar a los gratos momentos de contacto con la naturaleza, por mucho que a veces el aire de poniente trajese ese olorcillo químico del humo de la fábrica. Gracias a que fue instalada allí, en el pueblo había trabajo y muchos jóvenes, como ella misma, no habían tenido que emigrar y podían seguir viniendo a reencontrarse con el río de su infancia, aunque ya en sus aguas envenenadas nadie pudiera bañarse.

Microrrelato publicado en estanochetecuento.com, escrito a partir de la fotografía de Benoit Courti

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sugerente relato... y sugerentes piernas. Yo viví mi adolescencia en Badajoz, donde había una magnífica playa sobre el Guadiana, hoy desaparecida por motivo similar al de tu relato.
Un abrazo de tu compañero de ficciones, Luciano Montero.