Vecinos


En el descansillo de su escalera trataba cada día de coincidir con Don Marcelo. Carente de otra ilusión, sólo por él sentía ganas de vivir y encontraba motivo para ir a la peluquería o limpiar su casa. No perdía la esperanza de que alguna mañana, al volver del paseo, él le regalara una sonrisa y ella, agradecida, le invitara a pasar para compartir ese café que siempre le tenía preparado y que nunca se llegó a tomar. Ni siquiera supo que cuando hubo que donar su ropa, apareció en el abrigo de Don Marcelo una carta manuscrita, llena de tiernas palabras que, presas de indecisión, quedaron marchitas en aquel sobre cerrado. 

Publicado en estanochetecuento.com
Foto: pixabay

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